fbpx

BLOG

MuerteEnVenecia

Muerte en Venecia

La primera vez que vi Muerte en Venecia fue en el Cine Club de la Escuela de Caminos, donde estudiaba y veía todo el cine que podía. Entré a mitad de la película y me quedé fascinado por la fuerza visual y musical de algo que no había visto hasta ese momento. La mitad del público no aguantaba su lento ritmo, soltando risas y haciendo constantes comentarios, a los que la otra mitad cinéfila, muy enfadada, mandaba callar ostentosamente. Al final se cruzaron pitos y aplausos.

Si habéis leído con placer alguna de las grandes obras de Thomas Mann (Premio Nobel de 1929), Los Buddenbrook, La montaña mágica, José y sus hermanos, o Doktor Faustus, disfrutaréis sin duda con Muerte en Venecia (1912). Es una novela corta, que nos muestra a Gustav Von Aschenbach, un escritor alemán en crisis de inspiración, sufriendo en la Venecia de principios del siglo XX la lucha entre su rigor intelectual y su ética prusiana; y sus reprimidos deseos homosexuales hacia un precioso adolescente, Tadzio, del que se enamora apasionadamente. La novela tiene claros componentes autobiográficos, Mann había estado en Venecia poco antes de escribirla, el adolescente existió y en sus diarios se aprecia su lucha contra una homosexualidad latente, que siempre reprimió, hasta donde se sabe.

La novela reflexiona sobre el arte y la belleza, el éxito y el fracaso del artista, la disciplina y las pasiones, el enamoramiento y la autocontención, la decadencia y la muerte. Y reflexiona con profundidad e inteligencia, como sólo lo saben hacer los más grandes escritores.

Luchino Visconti rueda Muerte en Venecia en 1971, en el ocaso de su carrera, cambiando el Aschenbach escritor por el compositor. Película muy visual y estética, te sumerge en una Venecia preciosa y decadente, mostrando los veraneos de las élites europeas y las miserias de un país atrasado que sufre epidemias de cólera. La fotografía de Pascqualino de Santis es magnífica, la música de Mahler maravillosa, la dirección artística excelente, las apariciones de Silvana Mangano portentosas. Eso sí, pasan pocas cosas, aparte de sumergirte con suaves y poderosas pinceladas en la crisis de un artista en declive.

La primera vez que vi Muerte en Venecia fue en el Cine Club de la Escuela de Caminos, donde estudiaba y veía todo el cine que podía. Entré a mitad de la película y me quedé fascinado por la fuerza visual y musical de algo que no había visto hasta ese momento. La mitad del público no aguantaba su lento ritmo, soltando risas y haciendo constantes comentarios, a los que la otra mitad cinéfila, muy enfadada, mandaba callar ostentosamente. Al final se cruzaron pitos y aplausos. Los días siguientes busqué con ansia juvenil un pase en alguno de los muchos cineclubs o programas dobles de aquellos años en los que el cine nos enseñaba el mundo.

Es una película que sigue sin tener términos medios, Carlos Boyero (crítico de cine de El País) dice que es la peor película que ha visto nunca, a Alfonso Guerra le escuché decir que era su película favorita. Indiferente no deja, desde luego.

Si disponéis algún día de dos horas para ver tranquilamente esta película en pantalla grande con buen sonido, y no sois fans del cine de Scorsese, en el que si te despistas diez segundos ya has perdido el hilo, espero que la disfrutéis. No os preocupéis, no es tan lenta como una de Dreyer o Tarkowski, y podréis soñar con Venecia, emocionaros con la música de Mahler, disfrutar de la extraordinaria interpretación de Dick Bogarde o enamoraros de Tadzio, a pesar de que el papel no lo hizo Miguel Bosé adolescente, como muy acertadamente intentó Visconti.

Mariano Baratech

Sociólogo y colaborador de RELEE

Comparte

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.