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Las uvas de la ira

Atravesar andando el desierto del Sahara, caminar agotado durante meses, llegar exhausto al Mediterráneo con la esperanza de cruzar a Europa. Salir de Siria con lo puesto, atravesar Turquía para intentar coger un mísero bote hacia Grecia.

Meter todos tus enseres y familia en una vetusta furgoneta, dejar tu tierra embargada por el banco, contener el hambre y la rabia, rodar durante semanas hasta la soñada California. Encontrarte cientos de familias desesperadas en el camino, destrozadas, agotadas, muchas de ellas de vuelta del paraíso soñado.

Esto último es lo que contaba Steinbeck en 1939 en “Las uvas de la ira”, una de las mejores y más duras novelas del siglo pasado. Y lo narra metiéndose en la piel de los pobres, de los perdedores, de aquellos que tienen que abandonar sus tierras, sean Oklahoma, o en la actualidad Sudán del Sur, Siria, el Chad o Nigeria.

Apenas han pasado 80 años desde la Gran Depresión, y algo menos desde la España de la postguerra, donde también se pasaba hambre. Hambre real, apenas había nada que dar a los hijos, niños débiles y enfermos, que podían morir de cualquier enfermedad. El mundo no ha cambiado, millones de personas dejan su hogar cada año en desesperada búsqueda de una vida mejor.

En “Las uvas de la ira”, tres generaciones de la familia Joad lucharán por la supervivencia, soportarán un duro viaje, comprobarán que el paraíso soñado no existe, y afrontarán la crueldad de alguna gente cuando está en juego la vida de su familia. Pero también nos emocionaremos con la tremenda capacidad de lucha del ser humano, la solidaridad, la lealtad, la esperanza de la lucha colectiva, con las personas anónimas que se sacrifican por la libertad y la justicia.

Steinbeck plantea la violencia como respuesta a la injusticia, sin juzgarla. Tema clave a lo largo de la historia, lo sigue siendo en nuestros días. Acusado de comunista, el libro fue prohibido y quemado públicamente.

Solo un año después, el gran John Ford rodó en 1940 la película con un magnífico Henry Fonda como protagonista, encarnando a ese Tom Joad, que acaba de cumplir prisión por un asesinato, y que se convertirá en el líder de la familia en el duro contexto de la lucha por la supervivencia.

Jon Ford dirigió 137 películas en 50 años, algo difícil de entender hoy en día. Era la época (1917 a 1966) en la que el cine era el principal canal de ocio de la mayoría de la gente. Ford no solo es conocido por sus grandes weterns (La diligencia, Fort Apache, Centauros del desierto o La legión invencible), sino que también dirigió estupendas películas como Mogambo, El hombre tranquilo o Las uvas de la ira.

“En los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas, las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, […] listas para la vendimia”.

Y como Tom Joad le dice al final a su madre:

«… Allí donde haya un policía pegando a un muchacho, allí donde un recién nacido llore porque tiene hambre, allí donde haya una lucha contra la sangre y el odio en el mundo, mírame allí, mamá, porque allí estaré.
Allí donde haya alguien luchando por asentarse en algún lugar, o por un trabajo decente o una mano amiga, allá donde haya alguien que luche por la libertad, mira en sus ojos mamá, porque allí estaré yo…».

Mariano Baratech

Sociólogo y colaborador de RELEE 

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