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El humor y las redes sociales

Se ha puesto tristemente de moda repetir que “vivimos tiempos difíciles para el humor”. Es probable que, desde el punto de vista de la actualidad más reciente, podamos tener esa impresión. Sin embargo, creo que la llegada de las redes sociales ha servido, entre otras cosas, para darle al humor un protagonismo que no tenía antes.

Antes de la irrupción de Twitter y Facebook en nuestras vidas el humor estaba relegado a las viñetas de los periódicos y a ciertos columnistas que hacían humor, aunque en muchos casos sin saberlo. A día de hoy, es perfectamente posible encontrar reflexiones más o menos divertidas sobre cualquier acontecimiento de actualidad a los pocos segundos de producirse.

Naturalmente, habrá quien considere que toda esta frivolidad sólo conduce a un distanciamiento cínico que nos aleja de trabajar por una sociedad mejor. Personalmente, el humor no me ha impedido nunca trabajar por lo que he considerado justo y, hasta donde yo recuerdo, los años 90 y los primeros 2000 no fueron exactamente una “década revolucionaria” en nuestro país.

Como alguien apasionado por el humor, no puedo evitar pensar que es bueno que haya un espacio donde hacer chistes sobre cualquier acontecimiento de actualidad, aun cuando esto excitar las vibrisas de la fiscalía o la Guardia Civil. Agradezco tener una visión “alternativa” a la de los grandes medios, las grandes firmas y los grandes gritos a la que, lamentablemente, estamos todos muy acostumbrados.

El humor supone un esfuerzo por analizar la realidad, más allá de las consignas, y tratar de retorcerla hasta que por distorsión, se produce la risa. Eso requiere un esfuerzo consciente de la inteligencia y, sinceramente, eso es más de lo que puedo intuir debajo de los parietales de nuestros bienamados representantes políticos.

Esto no quiere decir que todos los chistes que circulen por twitter sean automáticamente maravillosos ni que los tuiteros sean todos seres admirables o extremadamente ingeniosos. Que yo recuerde, en los 90 o en los 2000 también era posible encontrarse gilipollas en el autobús y nadie criticaba a la EMT por ello.

Sé que, por estas cosas de la actualidad, habrá quien lea en este post una defensa encendida de cierta tuitera de reciente condena. A su vez, habrá quien lo considere una reacción demasiado tibia frente a unos hechos de una gravedad inaceptable.

Honestamente, no creo que un blog minúsculo como éste tenga la más mínima repercusión al respecto, pero sí me gustaría lanzar una reflexión al aire: si les preocupa mucho (a mí me preocupa) que se encarcele a alguien por unos chistes más o menos graciosos, no se indignen tanto por una sentencia y presten más atención a quiénes votan. En este país, la premisa de los chistes más macabros la escribe siempre el parlamento; el poder judicial sólo aporta el “punch” final.

Jaime Bartolomé

Guionista, director de cine y colaborador de RELEE

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