LEAVING LLORET, subcrónica incompleta del I Foro de Nuevos Escritores.
De los días en que los flamencos sobrevolaban el cielo de Lloret de Mar solo queda en pie el Hotel Flamingo, una ave de ocho
De los días en que los flamencos sobrevolaban el cielo de Lloret de Mar solo queda en pie el Hotel Flamingo, una ave de ocho
La colmena ha parido todos mis cuentos, desde el primero al último (me han influido muchos otros escritores y escritoras después, pero ha sido sobre lo que descubrí leyendo La colmena, porque esa fascinación inicial por los personajes desgraciados se la debo a ella). Sin La colmena yo no existiría cómo soy, sería un tipo incompleto, esperando algún milagro —y casi todos sabemos que los buenos milagros solo ocurren si valen para apoyar los procesos de beatificación.
Minutos antes de la hora, me enteré de que aquel encuentro iba a ser una especie de cita a ciegas: en las bases del concurso ponía que el ganador o ganadora, además del premio principal, también disfrutaría de una cena, y si lo pedía, iría con ellos para (para hacer de cronista). Almu me llamó para decirme que estaba en el metro, que le faltaban quince minutos para llegar y que su pareja no iba a venir. “Voy sola, si no te importa”. “Claro que no”.
Zaragoza volvió a sorprenderme esa noche. Cuando visitas una ciudad por segunda vez, pasados veinte años, estás expuesto a que te ocurra lo que me pasó a mí. Que cruces un puente (que ya transitaste) y tengas la impresión de que no lo has cruzado nunca. Que entres a un garito (en la que ya bailaste y bebiste) y tu cabeza no recuerde dónde estaban los baños.
Las redes sociales se han puesto de parte de quienes no pueden —ni forma parte de su deseo— competir con esos circuitos asfixiantes en los que el tempo lo marca el distribuidor y la zanahoria a medio metro de nuestra cara, el departamento de marketing.
Escribimos bajo la sombra de nuestra fragilidad. Esa fragilidad puede ser todo aquello que nos asusta. Si fuera un personaje de película de suspense y nosotros los protagonistas, seguramente que nos acercaríamos a él con cautela y por la espalda, procurando que no crujiesen las ramas bajo nuestros pies.
Apostar por una presentación es una muestra de fe. La vida de las personas suele viajar en un tren de alta velocidad, y el acto de sentarte rodeado de libros, a hablar del de uno mismo y ante público, requiere una bicicleta de paseo.
Me he enterado de la muerte de David Bowie mientras conducía, escuchando Radio 3. Al menos es el mejor lugar para enterarte de esta noticia. No ha hecho falta que lo dijeran; Marc Ros, miembro del grupo Sidonie, estaba contando lo que para él había sido Bowie, y ha bastado.
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