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Feliz cumpleaños, don Camilo

La colmena ha parido todos mis cuentos, desde el primero al último (me han influido muchos otros escritores y escritoras después, pero ha sido sobre lo que descubrí leyendo La colmena, porque esa fascinación inicial por los personajes desgraciados se la debo a ella). Sin La colmena yo no existiría cómo soy, sería un tipo incompleto, esperando algún milagro —y casi todos sabemos que los buenos milagros solo ocurren si valen para apoyar los procesos de beatificación.

Los libros no están en las estanterías. A pesar de ello suelo pensar que mi ejemplar de La colmena publicado por Cátedra está en una de las baldas del pasillo, en la segunda empezando por arriba, entre Amarillo, de Félix Romeo y Piel roja, de Juan Gracia Armendáriz, pero me equivoco de cabo a rabo. Decir que está ahí es como decir nada. Si los libros pudieran parir, de ahí no saldría descendencia. Y decir que La colmena que hay en mi casa—edición de tapa negra y blanda, con una foto a vista de pájaro de algunas calles de Madrid— no ha tenido descendencia, sería faltar a la verdad. La colmena ha parido todos mis cuentos, desde el primero al último (me han influido muchos otros escritores y escritoras después, pero ha sido sobre lo que descubrí leyendo La colmena, porque esa fascinación inicial por los personajes desgraciados se la debo a ella). Sin La colmena yo no existiría cómo soy, sería un tipo incompleto, esperando algún milagro —y casi todos sabemos que los buenos milagros solo ocurren si valen para apoyar los procesos de beatificación.

Durante años quise ser La colmena. Nunca se me ocurrió escribir un libro que se le pareciera. Eran otras mis intenciones. Dos. La primera, vivirla. Fui un chico de iglesia (no solo de misa los domingos), un hijo que nunca había hablado con sus padres de sexo, que se escondía para besar a las chicas que le gustaban. Veía que la vida retratada en La colmena tenía bastantes puntos de conexión conmigo, mi vida ocurría en un entorno cuya moral se parecía a la de esos años cuarenta sobre la que escribe Cela. Lo que pasó con la lectura fue que me mostró la vida —la mía— tal cual era, desde varios ángulos, incluso desde fuera del envoltorio. A este libro le debo el descubrimiento de unas cuantas verdades importantes que me faltaba saber (se puede uno imaginar la cantidad de respuestas que está esperando un chaval de dieciséis años, y lo que tiene que hacer cuando no es que vaya sobrado de respuestas). Mi segunda intención la descubrí en el momento en el que me dije que quería ser escritor (no como otro adolescente dice que quiere ser arquitecto o maestro, porque yo no conocía a ningún escritor, no lo había en mi familia ni en mi entorno; mis padres nunca habían soñado con tener un hijo escritor; y cuando se reunían con sus amigos, tampoco les decían con una sonrisa de oreja a oreja, “Nuestro Kike va a ser escritor”; encima, que quería serlo fue algo que nunca les dije), pues bien, mi segunda intención era no dejar de escribir nunca, con todo el romanticismo que haya alrededor de un pensamiento así y toda la ingenuidad: publicaré, hablarán de mí en El País (en esa época lo que existía ocurría en El País), ganaré premios, me darán el Nobel (a Cela estaban a punto de concedérselo, así que estaba a un paso de ello si mi admiración era tanta y me empeñaba en imitar su estilo).

Han pasado tres décadas de mi primera lectura de La colmena y estoy convencido de que dentro de mí está cualquiera de sus personajes, desde el más miserable al ser más sublime. Eso se tradujo en que también quise que mis personajes fueran una prolongación de los de Cela. La colmena fue una especie de diosa omnipresente que paría, unos partos nocturnos con forma de cuento y que sucedían en mi habitación —cuando les decía a mis padres que me iba a dormir y no me metía en la cama sino bajo la luz del flexo de mi escritorio.

Cela hubiera cumplido cien años en 2016 y La colmena sigue editándose porque sigue leyéndose. Hace treinta años decías que te gustaba Cela y te aplaudían, ahora te puede pasar cualquier cosa, leñe.

Kike Parra

Escritor y profesor de RELEE

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