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Y, de repente, twitter estuvo de acuerdo…

Voy tarde. Lo sé. Y me van a disculpar ustedes, pero es que estaba sepultado bajo una montaña de turrón, polvorones sin gluten y buenos propósitos. Y, además, la noticia es tan buena que, si la comento con un mes de retraso, no creo que les importe:

Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2016.

Toma, toma y toma que diría cierto personaje de Qué vida más triste.

Lo cierto es que la noticia se puede comentar desde muchos ángulos pero en este blog hay uno que no podemos dejar pasar de lado: le han dado un premio a un señor gracioso; muy gracioso, extremadamente gracioso y que, para más inri, escribe como Dios. ¿Se puede pedir más?

Creo que no hay un solo libro de Mendoza que no haya devorado con fervor. Le descubrí –como tantos de mi generación– hojeando las páginas de El País, en ese lejano verano en que se publicó Sin noticias de Gurb en formato de “novela por entregas” y ahí, en ese par de páginas apretujadas entre las olimpiadas, los GAL y un Julio Anguita al que nadie hacía ni puñetero caso, me ganó para siempre. En serio. No exagero: alguien que consigue que un adolescente hormonado mire a Marta Sánchez con otros ojos debería ser elevado a los altares para siempre.

Pero después me he leído todo o casi todo lo que ha publicado y he podido asomarme a sus obras más serias –como La verdad sobre el caso Savolta– para confirmar mis certezas: este hombre escribe como Dios. Divertido cuando quiere, serio cuando se le antoja y siempre haciendo gala de una precisión quirúrgica a la hora de reflejar la realidad que le rodea.

Yo, de mayor, quiero ser Eduardo Mendoza.

Quiero hacer con Santa Eugenia o Aravaca lo que él hizo con el Raval o Pedralbes; sacarle los colores a nuestras instituciones como él lo hace, con esa facilidad aparente, con esa elegancia, con esa actitud ante la vida.

No quiero que me quede una hagiografía porque a la gente inteligente el halago excesivo le da muchísima vergüenza así que, antes de cerrar, me voy a permitir echarle un rapapolvo al premiado. Sí, porque, por su culpa, el mundo se volvió un lugar más aburrido durante unas horas. A raíz de su Premio Cervantes, uno de los lugares más absurdamente polarizados del planeta, estuvo súbitamente de acuerdo en que aquel premio era merecido y él un gran escritor. Sí, damas y caballeros, Eduardo Mendoza consiguió poner de acuerdo a todo twitter. Y eso no se hace, Eduardo. Muy mal, pero que muy mal.

Jaime Bartolomé

Guionista, director de cine y colaborador de RELEE

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