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Nada es lo que parece

Prólogo del libro ‘Luces de papel’, con relatos escritos por los alumnos de Isabel Cañelles de los talleres 2014/2015. La fiesta de presentación será el sábado 27 de junio.

Prólogo del libro ‘Luces de papel’, con relatos escritos por los alumnos de Isabel Cañelles de los talleres 2014/2015. La fiesta de presentación será el sábado 27 de junio.

¡Te esperamos!

Cuando, entre todos los títulos que se propusieron para el libro, salió elegido por votación popular Luces de papel, la primera imagen que se me vino a la mente fue —cómo no— la de cientos de esos farolillos chinos voladores elevándose luminosos en una noche sin luna.

Por eso me encanta que la foto de la cubierta no tenga nada que ver con farolillos chinos y, sin embargo, permita al título palpitar. Niebla, tonos grises, el puente de Brooklyn, algunas luces parpadeantes y el papel del agua.

Eso es escribir, no sucumbir a lo obvio para adentrarse en la niebla, traspasar el papel y llegar al otro lado, gracias a la luz, convertidos en luz. Para eso necesitamos un puente.

Y ese puente es el taller, las clases.

Las clases cada vez las veo menos como un aula en la que se enseña y se aprende y más como un espacio en el que se desvela, se traspasa, se atraviesa y se descubre. No hay nada que enseñar ni nada que aprender. Hay lo que hay. Y luego niebla a porrones que despejar. Y nosotros —no yo, ni tú, ni él, ni ella—, despejadores de niebla sobre el papel. Si despejas la niebla se hace la luz. En el papel. En ti.

Yo soy prosaica porque el mundo me ha hecho así. Pero reconozco que la poesía es más capaz de tocar lo que hay que la prosa. En la poesía, como en la música minimalista, como en el relato breve, se le da más importancia al silencio que al sonido, al intervalo que a la nota, al ámbito que al habitante. La novela está llena de cosas, de personajes, de acciones, de antropocentrismo, de aquello de lo que creemos que está hecho el mundo. El relato breve se confecciona con lo que queda en los huecos. Con lo que habitualmente confundimos con la nada y que es, sin embargo, el todo que permite el movimiento. Esa confusión, esa perspectiva errónea, esa niebla, es justo lo que nos dedicamos a despejar en el taller, tendiendo entre todos el puente hacia la luz. Siendo a la vez luz en el camino.

Por eso me gusta tanto el título de este libro al verlo palpitar sobre la foto de la cubierta, en un todo que alumbra los relatos que vas a leer y el entorno en el que se han creado. Espero que te gusten y que, sobre todo, sepas apreciar lo que en ellos no se dice.

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