Dice Rubén Blades que «la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…». Y tanto. Sorpresa la que me ha regalado el día de hoy.
CaixaForum. Taller de escritura creativa, «Historias mínimas», que imparto durante unas semanas a grupos de alumnos de Primaria y de la ESO.
Suelo recoger al grupo en el vestíbulo y bajamos juntos hasta el aula habilitada para el taller. Mientras bajamos por las escaleras, ya hay algo en el ambiente que hace clic. Cosa rara, se me acerca el profe, nerviosete, simpático, intenso, y me dice entusiasmado que este grupo es «muuuy creativo», remarcando la u. A ver, lo normal es que te avisen de que son gamberros y habladores, o que son muy majos y que no me van a dar ningún problema. ¿Pero que son creativos? Nunca. Y sigue el profe: “Fíjate, ayer me hicieron un rap de figuras retóricas. Bueno, yo es que también se lo fomento. Quiero que utilicen su imaginación mientras estudian. Fíjate, para estudiar por ejemplo a Abderramán, les digo que se lo imaginen como si hablara él mismo, en primera persona, quién soy, qué he hecho y todo eso. Hasta en los exámenes les pido que hagan hablar a los personajes históricos en primera persona». Como imaginaréis, llego flipada al aula y, sobre todo, con ganas de empezar ya pero ya, y de ver qué va a suceder ahí dentro con las propuestas de escritura que traigo preparadas.
Y lo que ha sucedido es, sencillamente, algo mágico y que no olvidaré jamás. Sí, es verdad, los chavales eran creativos. Algunos con más habilidad que otros, como en todos los talleres. Pero lo nuevo ha sido lo que se respiraba en el ambiente. Han sido preguntones. Se han quedo pensativos. Me han rebatido. La gran mayoría quería leer en alto lo que habían escrito. Opinaban sobre los textos de sus compañeros. ¡Había silencio! Me miraban ansiosos por escuchar qué me había parecido a mí el suyo. Nos hemos reído un montón. No sé. Tendría que reproducir al dedillo cada una de las historias (algunas eran simples escenas, cartas de socorro, situaciones extravagantes) y las preguntas que me han hecho para ilustrar cómo ha sido esta sesión maravillosa. Pero resultaría muy largo.
Mi conclusión es que había una energía positiva alucinante, promovida por ese profesor enamorado de su trabajo, que creía a tope en sus alumnos y que llevaba escrito en la frente «viva la creatividad». No necesito ningún ingrediente más para deducir que esos chavales llevan ya el germen de la inventiva, de la curiosidad, del goce por la lectura, de la escritura, de la libertad de pensamiento.
Yo, como es lógico, me he venido arriba. Comodísima y sin gastar mis energías en mandar callar, he vivido el taller como si se lo estuviera contando a mis hijos. Emocionada también y contagiada de su energía.
Todas las experiencias enriquecen, claro que sí, pero días como hoy te suben el ánimo y te hacen creer aún más en el potencial de los jóvenes y en el maravilloso protagonismo de los maestros.
Clara Redondo
Escritora y profesora de RELEE