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Apocalypse now y El corazón de las tinieblas

La película se inspira de forma muy libre en “El corazón de las tinieblas”, situando la acción en plena guerra de Vietnam, ese país del que los norteamericanos de varias generaciones guardan un amargo recuerdo. Frente a un Marlow observador imparcial que remonta el río Congo, el capitán Willard (Martin Sheen) es un oficial americano que lleva una misión clara, localizar y matar al coronel Kurtz.

En el apasionante cambio de siglo del XIX al XX se produjeron grandes acontecimientos en diferentes ámbitos, que iban a marcar las siguientes décadas. En 1900 Freud publica La interpretación de los sueños, libro que cambiará la visión que la humanidad tenía hasta entonces de sí misma; De Vries redescubría los genes y ponía a Mendel en la historia; Max Planck ponía los cimientos de la física cuántica, y Picasso llegaba a París para cambiar el arte. Un año antes, en 1899, Joseph Conrad escribía El corazón de las tinieblas y ponía algunas de las bases de la novela moderna.

A finales del siglo XIX España lloraba la pérdida de nuestras últimas colonias americanas, Cuba y Puerto Rico, y apenas pintaba nada en medio de las disputas coloniales para repartirse África entre las potencias europeas.

Las salvajadas que se cometieron en esos años ponían un agrio colofón a los siglos anteriores, en los que el África negra solo era un territorio a los que los “avanzados” europeos iban a capturar esclavos para llevarlos a las plantaciones americanas. Ahora se descubría que en África también había minerales, caucho y otras materias primas necesarias para la voraz industrialización europea.

En la sórdida carrera por saber quién cometió más barbaridades, parece que compitió con muchos méritos la Bélgica de Leopoldo II en el Congo, donde se desarrolla parte de El sueño del Celta (2010). Vargas Llosa describe en esta irregular novela a un personaje tan interesante como Roger Casement, posterior luchador por la independencia irlandesa, que había conocido en la época a Joseph Conrad, quién tras unos años de navegar por el río Congo, se puso a escribir El corazón de las tinieblas, impactado por su experiencia.

Conrad no habla del Congo ni de Bélgica, pero sí muestra un duro alegato contra la colonización europea del África tropical, desde la visión del marinero Charles Marlow, narrador de una historia de la que pronto quedaremos enganchados si la sabemos leer y saborear con calma. Marlow remonta el río en busca de un misterioso personaje, Kurtz, que se dedica al comercio del marfil, y que vive fuera de las normas sociales europeas, idolatrado por los nativos. En el camino hacia la profundidad de la selva, Marlow se encontrará con las brutalidades de la “civilización” colonial, y con las enfermedades y dificultades del trópico.

Aunque es un libro corto, no tiene nada de fácil, si te atrapa es extraordinario, aunque no deja de ser complejo y extraño. Conrad no narra de forma descriptiva, nos va mostrando diversas capas de la historia, se pierde el sentido espacial mezclándose el viaje al interior de la jungla con el viaje al interior del abismo existencial, entrando en la profundidad del inconsciente. Sí, ese inconsciente sobre el que simultáneamente estaba escribiendo Freud en la Viena del cambio de siglo.

Coppola elige en 1976 Filipinas para iniciar uno de los rodajes más desastrosos y complicados de la historia del cine. Apocalypse Now, que se estrenará en 1979. Entre otros “problemillas” Coppola se pasó sobradamente de plazos y presupuesto, y tras un par de semanas de rodaje despidió al actor principal, Harvey Keitel. La película se inspira de forma muy libre en El corazón de las tinieblas, situando la acción en plena guerra de Vietnam, ese país del que los norteamericanos de varias generaciones guardan un amargo recuerdo. Frente a un Marlow observador imparcial que remonta el río Congo, el capitán Willard (Martin Sheen) es un oficial americano que lleva una misión clara, localizar y matar al coronel Kurtz, ese genial Marlon Brando que nos deja una de sus míticas interpretaciones.

Pero antes del viaje por ese extraño y peligroso río que se adentra en las selvas camboyanas, Coppola nos mostrará el Saigón corrupto donde corre fácil el dinero yanqui, y la degradación del ejército americano en esta cruenta guerra, representada de forma magistral en el ataque de los helicópteros al ritmo de la Cabalgata de las Walkirias de Wagner, donde un disparatado Robert Duvall hace que sus chicos surfeen en una playa que acaban de arrasar.

Obra maestra, casi al nivel de las dos primeras partes de El Padrino, la película entra en territorio “Conrad” en el último tercio, cuando Willard encuentra a un Kurtz, al que empieza a entender a estas alturas de su viaje por la degradación moral de la primera potencia mundial. De hecho, Martin Sheen sufrió un infarto durante el rodaje, y fue sustituido en algunas escenas por su hermano Joe, aunque pudo volver de nuevo.

Y para recordar siempre, la maravillosa fotografía de Vittorio Storaro (Óscar por esta película y por Rojos y El último emperador, aunque no lo consiguió por Novecento), que logra que muchas escenas se narren con la luz, sin necesidad de diálogos. Y no nos olvidemos de la música, como cuando Willard, tumbado en su cama, mira el ventilador, suena The end de los Doors, y las aspas se convierten en las de los helicópteros que soltarán el napalm.

La polémica sobre los distintos finales de Apocalypse Now sigue hasta hoy, y ojalá siga muchos años. Coppola presentó en Cannes en 2001 una nueva versión con 49 minutos más de metraje.

Cada década se rueda al menos una gran película de guerra. La chaqueta metálica de Kubrick en 1987, La delgada línea roja de Terrence Malick en 1998, y El hundimiento de Oliver Hirschbiegel en 2004. Esperemos que alguien esté ya preparando una gran película sobre las barbaridades cometidas en las Guerras de Bush en Oriente Medio, la historia del cine (y la historia a secas), lo agradecerían.

Mariano Baratech

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