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Tom Sharpe: el humor de lo salvaje

La primera vez que yo recuerdo tener la sensación de morirme de la risa mientras leía una novela fue leyendo Una reunión tumultuosa de Tom Sharpe. En esa novela, Sharpe se asoma al mundo de la Sudáfrica del Apartheid y, con la excusa de un violento crimen pasional –la señorita Hazelstone asesina a su cocinero zulú– no deja títere con cabeza: el racismo, el clasismo y la estupidez de buena parte de la sociedad sudafricana de la época quedan retratados en una novela divertidísima y que a mí, con trece años, me pareció el equivalente literario de escuchar Death Metal a todo volumen en mi cuarto o aparecer con un tatuaje en la frente donde se pudiese leer “Vomita tu pus”.

Lo cierto es que la novela me la prestaron mis padres así que, si estaba intentando matar al padre, lo estaba haciendo rematadamente mal. De hecho, mi padre, después de oír mis risas, se apresuró a prestarme Wilt y buena parte de las sagas de Sharpe.

Wilt me pareció también brutalmente divertida y la sola idea de que, a partir de un matrimonio amargado y una muñeca hinchable se pudiesen llenar tantísimas páginas de chistes sexuales, giros inesperados y personajes extrafalarios me pareció maravilloso.

Desde luego, a día de hoy siguen pareciéndome maravillosas ambas novelas pero no puedo evitar preguntarme. ¿Alguien se atrevería a publicar novelas de corte parecido o, en unos tiempos como estos en los que la ironía mal entendida te puede montar un flame en twitter y un chiste te puede llevar ante la Audiencia Nacional, las editoriales optarían por otras candidatas “más serias”?

Nunca lo sabremos, afortunadamente, porque Sharpe publicó en la Inglaterra de los 70 y, afortunadamente, no había Twitter, ni Facebook, ni Change.org, pero algo me hace sospechar que el autor habría sido lapidado y la novela retirada discretamente de la circulación.

 

Jaime Bartolomé

Guionista, director de cine y colaborador de RELEE

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