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Los límites del humor

El humor, sea uno enfermo terminal, musulmán, católico o adorador de Viznú, no puede conocer más límite que el intentar hacer reír a la gente. Y para hacer reír a la gente, hay que romper cosas y no a todo el mundo le gusta que se rompan las mismas cosas.

Me van a perdonar que les deconstruya el post pero es que, o lo hago así, o me voy a poner de muy mala leche y este es un blog de humor así que vamos a evitar los malos humos en la medida de lo posible.

Hace apenas un par de semanas a alguien no le gustó este sketch de José Mota porque consideró que atentaba contra la dignidad de los enfermos terminales y protestó.

El Diario de Atenas. 14 de agosto del 411 antes de Cristo:

“La asociación de hombres guerreros “Machotes con Machete” exige a Aristófanes la retirada de Lisístrata por contener comentarios denigrantes sobre los hombres y el noble arte de guerrear.”

¿Y saben qué? Que me parece normal que haya gente a la que no le guste el sketch. Todos tenemos un tema del que no nos gusta que nos hagan coñas y a todos hay chistes que nos hacen más gracia y otros que nos hacen menos. Lo que me parece absolutamente alucinante es que alguien considere que su condición de enfermo terminal, víctima del terrorismo o amante de la cerámica toledana le da derecho a decidir sobre qué se pueden hacer chistes o no..

Castilla Today. 17 de abril de 1605.

La asociación de Molineros de Mota del Cuervo exige, en nota pública, una rectificación de D. Miguel de Cervantes puesto que “de ninguna manera se puede afirmar que los molinos parezcan gigantes, ni aún a ojos del más demenciado de los habitantes de nuestra zona”.

Yo soy enfermo crónico, huérfano de madre, miope, tirando a fofisano gordopupas, pronuncio mal la erre y la última vez que intenté bailar me ingresaron dos días en La Paz creyendo que se trataba de un ataque epiléptico. A mi hay ratos en los que me parece estupendo que hagan chistes sobre mis defectos y otros que me toca más las narices pero –¿saben qué?– no se me ocurriría plantear que eso debe servir para poner barreras a los chistes que los demás hagan. Si acaso, me planteo que eso fija los límites a los chistes que yo deseo escuchar. Punto.

La Pelouse de Tolouse. 25 de mayo de 1673.

La asociación de hipocondríacos “El fonendo de oro” exige a Moliére que cambie el título de su obra “El enfermo imaginario” por otro más preciso como “El hipocondriaco incomprendido”, “El médico poco profesional” o “La soledad del enfermo crónico”.

El humor, sea uno enfermo terminal, musulmán, católico o adorador de Viznú, no puede conocer más límite que el intentar hacer reír a la gente. Y para hacer reír a la gente, hay que romper cosas y no a todo el mundo le gusta que se rompan las mismas cosas. Por eso un cómico que “triunfa” en Madrid puede pegarse una bofetada monumental en Zaragoza. O incluso en otro bar de Madrid.

A mi, por ejemplo, me repatea el humor machista, homófobo o racista pero eso no quiere decir que quiera que lo prohiban por decreto ley. Me parece mucho más sencillo cambiar de cadena o irme a tomar una copa a otro bar.

Lima. 28 de octubre de 1975.

La asociación de Meretrices “Barra libre” considera que el término “Visitadoras” usado por Mario Vargas Llosa en su libro “Pantaleón y las visitadoras” supone un escarnio a su oficio y un menoscabo a su noble tarea.

Al final, estamos creando una sociedad donde los límites del humor los marcan los que nunca deberían marcar los límites de nada; los mismos que tapan la desnudez de las estatuas del Vaticano y los que consideran que la condición de víctima es un absoluto moral, que automáticamente ilumina a su titular con la virtud de poseer la verdad absoluta.

París, 1994.

La asociación “París bajo los adoquines” acusa a Bryce-Echenique de publicar su obra “La exagerada vida de Martín Romaña” al servicio del capital y los intereses fascistas, ofreciendo una visión distorsionada y torticera del romántico y exitoso mayo de París de 1968.

Vamos camino de una sociedad híper-legislada donde hacer chistes sobre el miedo que tiene la gente a enfrentarse a su propia muerte estará prohibido porque es “una falta de respeto” pero donde dejar a esos mismos enfermos sin tratamiento porque son “inmigrantes” sea visto por la sociedad como “una medida legítima para controlar el déficit”.

Estamos locos estos romanos…

PD: Y sí, la asociación “Romanos por el imperio” también le habría montado una buena al pobre Obelix si se hubiesen publicado esos tebeos en tiempos tan idiotas como los nuestros.

Jaime Bartolomé

Guionista, director de cine y colaborador de RELEE

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