Empecemos el año con una de las mejores novelas españolas del siglo XX, ese siglo en el que muchos intelectuales y artistas abrazaron el compromiso político. Y como para no hacerlo, en plenas décadas de nazismo, comunismo, y guerras. Nuestra guerra civil tuvo de todo, y fue el preámbulo de la segunda guerra mundial. Por aquí pasaron poetas y escritores como Neruda, Hemingway, Orwell, Malraux, Dos Passos o el fotógrafo Robert Capa. Como correspondía a la época, la generación más brillante de escritores y artistas de nuestro país se implicó activamente en el conflicto, de Picasso a Miguel Hernández o Alberti. La guerra nos dejó muchas grandes novelas, pero me quedo con tres extraordinarios escritores, durante muchos años casi ignorados en nuestro país. Max Aub con “El laberinto mágico”, Manuel Chaves Nogales con “A sangre y fuego”, y Arturo Barea con “La forja de un rebelde” construyen tres obras imprescindibles para entender un conflicto cuyas heridas parece que no se acaban nunca de cerrar.
Arturo Barea (1897-1957), trabajó en comercio, banca y oficinas, y se comprometió pronto con el sindicato UGT. Comienza a escribir en plena guerra, con 40 años. Durante la contienda, desempeñó el puesto de responsable del servicio de censura de la prensa extranjera, trabajando entre bombardeos en el edificio de la Telefónica de la Gran Vía. Al final de la guerra fue locutor de radio, oficio que seguiría ejerciendo en su exilio londinense para la BBC, cuando las bombas caían en la capital inglesa.
“La forja de un rebelde” son tres novelas muy diferentes, que narran la España de las primeras décadas del siglo XX. Sin tener un estilo literario brillante, la honestidad, profundidad, pasión y claridad con las que narra Barea, le convierten en un libro excepcional. La primera de ellas, “La forja”, discurre en el Madrid de principios del siglo XX, esa ciudad tranquila y amable, todavía sin industrializar, de empleados y clases populares, con una burguesía incipiente. Ciudad de unos 600.000 habitantes, como Zaragoza o Málaga en la actualidad, donde se iba caminando a cualquier parte. Una ciudad donde los niños corrían por las calles, descubrían libremente plazas y barrios, o bajaban al río a buscar a su madre que lavaba sábanas en el Manzanares. Y donde ir a Méntrida o Navalcarnero era una apasionante excursión de muchas horas de viaje.
En “La ruta” nos sumergimos en la guerra de Marruecos durante los primeros años 20. Esa trágica y absurda guerra en la que tantos jóvenes españoles dejaron su vida. Barea la cuenta desde dentro, vivió de cerca como militar ese anquilosado y corrupto ejército, la dureza de las batallas del Rif, el desastre de Annual. Sólo otra gran novela de esa guerra está a su altura, el “Imán” de Ramón J. Sender. De la guerra sale convertido en una persona madura, curtida, y concienciada políticamente. La guerra civil en Madrid, esa tenaz resistencia del pueblo madrileño durante tres largos años, se plasma magníficamente en la “La llama”, la más completa y amarga de las tres, donde un intelectual como Barea nos muestra las dudas y contradicciones de la guerra, de la censura, y de las diferencias en el bando republicano. Pero también su bonita historia con la periodista austriaca Ilse Kulcsar, que se convertiría en su segunda mujer.
Mario Camus, ese interesante pero irregular director, autor de adaptaciones cinematográficas de grandes libros como “Fortunata y Jacinta”, “La colmena”, y sobre todo “Los Santos inocentes”, rodó diez horas de “La forja de un rebelde” en 1990, en la que fue la serie más cara de la televisión española, 14 millones de euros, que hoy serían más de 30 millones. Buenos actores, empezando por Antonio Valero. La magnífica fotografía de Aguirresarobe y Arribas, la excelente música de Lluis Llach, y una buena dirección artística son garantías para disfrutar de una de las mejores series de nuestra televisión.
En 2010, se hizo una colecta para restaurar la lápida de Arturo Barea en Londres. Muchos personas apoyaron la iniciativa, entre ellos grandes historiadores como Paul Preston, Gabriel Jackson, o Santos Juliá, o los escritores Javier Marías y Elvira Lindo. En 2016, el escritor inglés William Chislett, y un grupo de ciudadanos, iniciaron una campaña para poner el nombre de Arturo Barea a una calle de Madrid, y el tema se está estudiando por el actual equipo de Gobierno municipal. Benedetti consideró “La forja de un rebelde” el documento más convincente acerca de la guerra civil española.
Mariano Baratech
Sociólogo y colaborador de RELEE