Pasan los minutos en la tertulia conducida por Mercedes Milá. Como un buen niño en el colegio, Francisco Umbral levanta la mano antes de tomar la palabra. «A mí me has dicho personalmente por teléfono, Mercedes, que yo venía aquí porque esta tarde se presentaba mi libro La década roja en un local de Madrid y que se iba a hablar de mi libro», apunta Umbral. El escritor se queja amargamente de que el programa transcurre sin que nadie le pregunte por el libro que ha venido a promocionar a la tele. En ese momento yo estaba viendo el programa y pensé que Umbral era un mercantilista y un arrogante. Desde la perspectiva de hoy entiendo su enfado más que nunca. Bien es cierto que las formas no le acompañaban y que aquello sonaba más a pataleta de colegio que a reivindicación, pero en el fondo tenía más razón que un santo. Umbral estaba cumpliendo su parte del trato con el fin único de promocionar su obra más reciente pero la cadena no parecía muy dispuesta a cumplir con la suya.
Los escritores, incluso los muy conocidos por el gran público, también necesitan promocionarse y despertar expectación e interés alrededor de los nuevos trabajos que publican. Si no hay promoción, no hay ventas, y si no hay ventas deja de tener sentido la publicación en el mundo de la empresa editora. Porque, aunque a veces nos olvidemos de ello, las editoriales son empresas y trabajan con productos, que son las obras nuevas, y con marcas, que son los autores detrás de esas obras. Mal que nos pese, el mundo editorial también se rige por los grandes principios del marketing. Si queremos participar de ese mundo en algún modo tendremos que adaptarnos a él.
La parte buena de todo ello es que los posibles caminos para promocionarse a uno mismo y a nuestra obra de forma autónoma son bastantes más de los que existían hace unos años. Antes tocaba la consabida ronda y besamanos por las presentaciones de libros y eventos de editoriales a fin de ir tejiendo una red de contactos. Algo que puede ser muy efectivo… si te manejas estupendamente en el cara a cara y eres un buen comercial de ti mismo. Pero hoy existen también otros instrumentos al alcance del escritor, algunos de ellos aptos para tímidos. Las opciones son diversas: webs personales o del nuevo libro, generación de contenido original a través de un blog o alimentación regular de las redes sociales…
La famosa novela El bolígrafo de gel verde es el más claro ejemplo de cómo auto promocionarse por vías alternativas. Su autor, Eloy Moreno, ni se planteó enviar su obra a ninguna editorial y tiró de recursos propios para darla a conocer. En su caso funcionó. Pero lo que puede ser un acierto en un caso no tiene por qué serlo en otro. En marketing no hay fórmulas exactas. Prever lo que va a funcionar en cada momento no lo sabemos con certeza ni los propios artesanos que trabajamos en ello en el día a día. Lo único seguro es que si nadie sabe que hemos escrito una novela o un libro de relatos, nadie va a leerlos.
Por Raquel Lombas
Colaboradora de RELEE