Los jóvenes suelen rebelarse contra sus padres, entre otras cosas, rechazando sus gustos y preferencias, sean musicales, literarias o televisivas. En mi caso, en los 70 fue fácil, empezando por abrazar al rock o a los cantautores, empapándome del cine que antes se llamaba “de arte o ensayo”, y devorando la literatura rusa o latinoamericana.
Ni que decir que Shakespeare era un personaje del Jurásico, como le debe parecer a casi todos los jóvenes de cualquier generación. Pero este arcaico dramaturgo, poco a poco, al ir cumpliendo años, va ocupando también en tu vida el lugar que se merece. Una obra de teatro con una versión “moderna”, una adaptación al cine realizada por uno de tus directores de culto; y vas descubriendo que el tipo era complejo, profundo, analítico, y tremendamente agudo al mostrar las grandes pasiones humanas.
El tratamiento de esas pasiones ha hecho universales a las tragedias de Shakespeare (1564-1616). La ambición en Macbeth, los celos en Otelo, la duda en Hamlet, el amor en Romeo y Julieta. La envidia, la lealtad, el miedo, son otros de los grandes temas de la literatura y el cine, con la muerte siempre rondando alrededor de los personajes.
En “El Rey Lear” vemos muchas de estas pasiones, la deslealtad, la mentira, la locura, la envidia, la avaricia, la hipocresía, y también el perdón, la hija pequeña al final perdona. Y todo dentro de esa retorcida familia del rey y sus tres hijas. Quizás no está a la altura de Macbeth o Hamlet, pero tampoco desmerece mucho, es una tragedia compleja y potente, escrita en 1605-06, después de Otelo.
La más fascinante versión de El Rey Lear es para mí la que Akira Kurosawa (1910-1998) plasmó en Ran, una de sus obras crepusculares, rodada en 1985 gracias al “rescate” que ejercieron George Lucas y Coppola al olvidado maestro, para producirle “Kagemusha”. Lucas se había inspirado en “La fortaleza escondida” para rodar “La guerra de las Galaxias”, y ambos eran grandes admiradores de este japonés que había deslumbrado en 1951 con “Rashomon” (León de Oro en Venecia y Oscar a la mejor película extranjera), y nos había entregado espléndidas películas como “Trono de Sangre” (para mí el mejor Macbeth en cine), “Los siete samuráis” (muy superior a la posterior “Los siete magníficos”), “El infierno del odio”, “Vivir”, “Barbarroja”, “Dersu Uzala” (Oscar a la mejor película extranjera), o “Kagemusha”, un aperitivo de la que luego sería otra de sus obras maestras, Ran.
Aunque ha habido nada menos que otras nueve versiones de “El rey Lear” en cine, las primeras de 1910 y 1911, y versiones notables como la de Kozintsev o la de Peter Brook (ambas de 1971), la de Kurosawa es la mejor.
Bueno, se nota que es mi director de cine favorito, con el que más he disfrutado, el que más me ha emocionado (siempre lloro cuando veo “Dersu Uzala”), y con el que más he aprendido el arte de narrar a través de la imagen.
En “Ran”, Kurosawa cambia las hijas de Lear por hijos, ambiciosos los dos mayores, y leal el tercero. Modifica la historia, pero mantiene su esencia, logrando una versión muy personal, pero no menos impresionante y sobrecogedora. Ran destaca por su visualidad, por la plasticidad de las batallas, con una soberbia fotografía, maravilloso vestuario y dirección artística, y unas notables interpretaciones, todo un placer para los sentidos. Eso sí, ritmo lento, teatral, dura 160 minutos…..mejor avisar antes.
Y encima tiene uno de los mejores finales de la historia del cine, duro, demoledor, y a la vez, precioso. Si todavía no la has visto, no sé a qué esperas.
Cuando Spielberg y Lucas entregaron a Kurosawa el Oscar honorífico por toda su carrera en 1990, hizo un breve discurso explicando que no creía que lo mereciera, que sentía que todavía no conocía bien la esencia del cine. El cine es algo maravilloso, dijo, pero conocer su esencia es algo muy, pero que muy difícil. Y prometió seguir trabajando duro para descubrir esa “esencia” y merecerse el Oscar. Ese año rodó otra maravilla. “Los sueños”.
Mariano Baratech
Sociólogo y colaborador de RELEE
1 comentario en «El rey Lear y Ran»
Como es un post emocional, no voy a enmendar una coma, excepto, claro está el juicio de valor sobre la peli de 1960 (sin la que seguramente nadie en el mundo occidental, excepto los más cinéfilos, hubiera sabido quién era Kurosawa). Creo que es bueno que se sepa que Akira Kurosawa quedó tan impresionado por el western que envió a John Sturges una espada samurai ceremonial y una carta de felicitación de su puño y letra. Creedme: esto ha pasado en rarísimas ocasiones.
Por lo demás, enhorabuena por el post, Mariano. Y sí, puede que Kurosawa sea uno de los tres o cuatro grandes.