La pianista que hizo llorar al ogro
Pogosova me contó cómo Yúdina había encandilado a Stalin una noche de 1943 después de que éste, sorprendido, preguntara quién era la pianista que con tanto prodigio sonaba en Radio Moscú. Aquel día, Yúdina era la solista que interpretaba el Concierto para piano número 23 de Mozart y, al parecer, a Stalin le saltaron las lágrimas, de la emoción y no de cocodrilo. Y no solo eso. Tal fue el asombro del dictador, que al día siguiente pidió que le enviaran al Kremlin una grabación del concierto que, por cierto, había sido en directo.