Una novela necesaria para reflexionar sobre nuestras decisiones, motivaciones y sus consecuencias. Escritura de tono social, como las obras de Isaac Rosa o Marta Sanz y libros como “La gran ola” de Daniel Ruiz García o “La trabajadora” de Elvira Navarro.
Nos habla sobre la burbuja económica y la posterior crisis vivida en España. Sin sermonear ni ofrecer sesudos análisis macroeconómicos, Juan Carlos ha creado una historia divertida e irónica, con la que cualquiera de nosotros podemos sentirnos identificados gracias a sus protagonista, dos matrimonios que actúan como espejo fiel de nuestra sociedad actual.
La novela ha sido calificada de historia divertida, ágil y dinámica con su puntito de sátira, de enloquecida ciencia-ficción, de costumbrismo, de écfrasis televisiva, de tratado moral. También con su dosis de referencia cinéfila, de novela de adulterio y algo de periodismo. El desenlace de Los motivos del fuego se parece mucho a las películas de Giorgos Lanthimos.
Reflexión del autor (Juan Carlos Muñoz)
«Aunque hoy pocos lo recuerdan (en realidad, ya casi nadie recuerda nada), hubo un tiempo en que fuimos moderadamente optimistas, incluso felices. Más o menos por entonces fue cuando Arturo y Victoria se mudaron a un chalet de las afueras, ese país fascinante de césped bien cortado y barbacoas domingueras en el que transcurren las tragicomedias contemporáneas. Sus vidas se fueron hinchando conforme lo hacía la malhadada burbuja inmobiliaria, y como ella acabaron estallando en un crescendo de serpentinas y reproches del que aún no nos hemos repuesto. Una crónica de cómo nos metimos en este túnel del que tanto nos está costando salir».
Reflexión de la prologuista (Marta Sanz)
«La novela testimonio asume un riesgo sobre todo en la era de la novela espectacular, porque ¿quién quiere que le repitan lo que ya sabe, pero se niega a asumir?, ¿sirve la repetición para aprender algo?, ¿son el reflejo o la repentización modos obsoletos del aprendizaje?, ¿son útiles estas estrategias para transformar algo, para pegar los pedazos rotos, para crear nuevas formas? Este es el riesgo que asume Muñoz al colocarnos delante un espejito mágico.
Un espejito que nos devuelve nuestra imagen menos fotogénica: trepas, adúlteros, egoístas, avaros, chillones, briagos, ciegos… «.
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