Poner mi mente al sol
Zaragoza volvió a sorprenderme esa noche. Cuando visitas una ciudad por segunda vez, pasados veinte años, estás expuesto a que te ocurra lo que me pasó a mí. Que cruces un puente (que ya transitaste) y tengas la impresión de que no lo has cruzado nunca. Que entres a un garito (en la que ya bailaste y bebiste) y tu cabeza no recuerde dónde estaban los baños.