Ninguna mujer ha pisado la luna | Kike Parra Veïnat

12 Prólogo cristal de aumento sobre determinados aspectos de la realidad, ahora como unas gafas que nos permiten enfocar adecuadamente una realidad que veíamos borrosa a causa de las prisas, la cos- tumbre, los prejuicios, los estereotipos narrati- vos… En Ninguna mujer ha pisado la luna nos encon- tramos con una exhibición de este y otros usos de la imaginación. Kike Parra no tiene reparos en ale- jarse de su entorno —de la tan cacareada zona de confort , como si todos estuviéramos cómodos ha- blando a quemarropa de nosotros mismos— para adentrarse en terrenos tan distantes como diver- sos, pero sin que ello suponga menoscabo alguno de la verosimilitud, el atractivo y, sobre todo, la emoción. Gracias al buen hacer del autor, al que, al cabo de pocas líneas ofrecemos gustosos nuestra suspensión de la incredulidad, vemos la realidad a través de los ojos de un represaliado director de cine de la RDA, al que, ya en la vejez, y en vísperas de la caída del Muro de Berlín, se le invita a poner- se de nuevo tras la cámara; de un actor de doblaje que debe afrontar la muerte de la estrella de Ho- llywood a la que lleva años prestando la voz, y gra- cias a la cual ha disfrutado de una suerte de fama vicaria; o de un grupo de homeless de Las Vegas que intenta entregar al gobernador una carta don- de denuncian su situación de desamparo, lo que da lugar a un relato que parece una versión white trash de Ocean’s Eleven . Mencionaba antes que hay otros usos de la imaginación. Los relatos citados sirven asimismo como ejemplo de otro de ellos: la diversión, la novedad, la capacidad de atrapar y transportar al lector. Que levante la mano a quien eso no le guste. ¿Nadie? Lo imaginaba.

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