Manual de jardinería (para gente sin jardín) | Daniel Monedero
11 Matías Candeira «Salid del salón con molduras doradas. Olvidaos del violonchelista apostado junto a la chimenea, que es viejo y por eso se lava de más. Es aquí, entre estos cascotes, donde tenéis que sentaros a leer. Mirad quién os acompaña». El negro Ray, que en otra vida fue la poeta polaca Szymborska. Huck Finn meciéndose en las aguas oscuras del tiempo. Unamujer que solo busca a hombres que hayan renunciado a tener los dos brazos y las dos piernas. Un viaje turístico a Roma que es, en su fondo, la excursión de unas ovejas con forma de personas; una de ellas se resiste a ser pastoreada y conducida al sacrificio. Cada uno de estos hombres y mujeres guarda en sus encías un territorio perdido —la infancia, el deseo, la amistad mayúscula y elevada—. Baja con nosotros a su sótano para mostrarlo. El palacio, por suerte, es mucho más grande de lo que el lector creía. Leemos en este libro a personas que llevan sombrero o guitarra, cojeras infantiles, dientes de oro; y que confían a los demás —nosotros— intuiciones entrevistas fugazmente. Casi todos ellos, en efecto, conocen muy bien a qué sabe la desesperanza. Leemos atravesados por sus mismas renuncias. Parecen anunciar al que escuche: lo que nos han dicho que es la vida, no es, no funciona, no sirve. Tenemos tiempo para inventarnos otra cosa diferente. Muy poco, eso sí. Es esencial que cometamos errores. Renunciad lo mejor posible, esto se ha terminado. Afirmar la vida no es entender la vida. Han probado ante los suyos la decepción de sentir, mientras caminan, una goma de borrar en las vértebras. Pero es como si, a pesar de todo, en cada relato salieran al jardín habiéndose olvidado de ese
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