Los motivos del fuego | Juan Carlos Muñoz
17 Marta Sanz quier texto literario: resignificar las palabras para nombrar el mundo. «Centro Polivalente de Recur- sos Culturales» es la nueva expresión hipertrofiada para aludir a la humilde biblioteca. Sin embargo, el rebautismo transforma la realidad: la niña ha deja- do de llamarse Paquita, ahora es Melanie y nunca nadie la mirará del mismo modo; ni siquiera ella se verá igual. Tendrá brazos de Melanie y piernas de Melanie, y hablará como una Melanie. Con las bibliotecas sucede lo mismo: ya no serán más un lugar donde la gente va a buscar un libro para leer- lo en silencio, sino un espacio interactivo en el que se desarrollan todo tipo de eventos gárrulos. El concepto de libro y de lectura se transforman. Vaya que si se transforman. 16. La amenaza demoniaca está presente cada vez que pasamos una página: los perfiles de las torres no tan lejos, los cantos de sirena capitalistas de Lena, la religiosidad, el valor totémico de las tele- visiones. Lo dice el autor: Dios ha muerto; el diablo —los diablos, con sus múltiples caras, con sus múl- tiples nombres, con su habilidad para el disfraz—, no. 17. Y, al final, toda novela da cuenta de la transfor- mación de sus personajes. De cómo las interaccio- nes entre ellos producen fricción o permeabilidad. Es esta una trama de aprendizaje y, dentro de las tramas de aprendizaje posibles, es una trama de degeneración que dibuja una parábola ascenden- te que después de llegar a un momento de clímax siniestro se despeña hacia el abismo. Los lectores nos lo olemos, el autor no nos engaña, no defrauda nuestras expectativas, leemos con la convicción de que lo malo va a pasar y, al final, leemos porque no importa tanto el desenlace de las novelas como el
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