Los motivos del fuego | Juan Carlos Muñoz

16 Prólogo bien y del mal. A nuestra conciencia. Todos somos inocentes, porque estamos sometidos a fuerzas in- visibles contra las que braceamos. Pero a la vez, de un modo perverso y horrible que asimila el mal con la codicia capitalista y la inteligencia con las co- rrupciones, también todos somos culpables. Muy culpables. Creo que esa es la lección que nos da esta novela. Además de la lección metaliteraria de que la literatura aún puede servir, en ciertos casos, para dar lecciones. Valga la gloriosa redundancia. 14. La novela testimonio asume un riesgo sobre todo en la era de la novela espectacular, porque ¿quién quiere que le repitan lo que ya sabe, pero se niega a asumir?, ¿sirve la repetición para apren- der algo?, ¿son el reflejo o la repentización modos obsoletos del aprendizaje?, ¿son útiles estas estrate- gias para transformar algo, para pegar los pedazos rotos, para crear nuevas formas? Este es el riesgo que asume Muñoz al colocarnos delante un espe- jito mágico. Un espejito que nos devuelve nuestra imagen menos fotogénica: trepas, adúlteros, egoís- tas, avaros, chillones, briagos, ciegos… Un espejito que, sin trampa ni cartón, ni siquiera acude a ese exotismo, siempre embellecedor, pese a su raíz te- rrible, de los reportajes que hacía Arturo antes de echarse definitivamente a perder y convertirse en protagonista de sus propias maquinaciones tele- visivas: un loco, un robinson, alguien que necesita urgentemente que lo rescaten… 15. Juan Carlos Muñoz, acaso travestido en Victo- ria, asume el riesgo de no estar de moda, de no ser comercial: porque la repetición no es un instrumen- to didáctico de prestigio ni el espejo stendhaliano una metáfora para entender la literatura. Los mo- tivos del fuego asume el reto que debe asumir cual-

RkJQdWJsaXNoZXIy MTQwOQ==