Lo llamaré frontera| María José Beltrán
17 Jordi Doce desconfianza, una especie de tira y afloja que suele terminar con un repliegue final y el rechazo de toda tentación asimiladora: los demás son otros , defini- tivamente distintos, definitivamente ajenos, y son las palabras las que, al constatar esa distancia, esa ajenidad, se convierten de paso en refugio, en algo así como un espejo líquido donde el yo se reconoce y se afirma. Adivinamos, muy al fondo, la sombra del fracaso amoroso (ese Yuri que va cambiando de nombre según el cuento) como raíz primera de esa sensación de irrealidad que envuelve a la protago- nista, pero más importante resulta, en última instan- cia, la estación término del lenguaje, la casa encanta- da de palabras que las páginas van haciendo a buen ritmo. María José Beltrán ha escrito un primer libro que no se guarda nada y nos entrega un mundo hecho, cumplido, donde cada historia tiene la intensidad y la rara familiaridad del sueño, donde imaginación y deseo se entrelazan para crear relieves intrincados y todo ensaya ese «desarreglo razonado de los senti- dos» que quería Rimbaud. Como en el cuento homó- nimo que abre este libro, las palabras son pequeñas esferas brillantes que son huevos que son «una cas- cada de salamandras aladas y diminutas» que salen al mundo para envolverlo en «serpentinas y trenzas» de colores. En todo caso, son libres, «se saben desen- volver por sí mismas» y «no necesitan diccionarios ni manual de instrucciones». Solo hay que saber mirar- las como se merecen. Hora es ya de que empiece el espectáculo.
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