Lo llamaré frontera| María José Beltrán

15 Jordi Doce cosas y animales— actúa en consecuencia. Compare- ce en forma de grumos, de formas táctiles o pegajosas o simplemente sucias, como esa pasta de arenisca, ga- chas «lentas» y «unos hilillos de sirope de frambuesa» que la protagonista del cuento inaugural lleva en la boca gran parte del tiempo, preguntándose que será, hasta que consigue verse —y verla— en el espejo de su cuarto de baño. De manera que preludia y hasta resume las diversas mutaciones que tienen lugar en este libro, esa pasta se convierte en unos pequeños y frágiles huevos de colores que bailan y que la pro- tagonista decide incubar… ¡de nuevo en la boca! El homenaje a Cortázar es evidente, pero aquí se lleva un poco más lejos, a una especie de sondeo subató- mico del mundo que tiene la cualidad alucinatoria de El hombre menguante. Todo el libro está recorrido por esta visión dislocada y a la vez encendida, intensísi- ma, como si los personajes no vieran propiamente los objetos en su integridad, sino sus diversos atributos de volumen, de escala, de forma, de color…, y esos atributos resonaran por simpatía sinestésica con el estado anímico del espectador. Aquí los adjetivos cobran la fuerza y la presencia totalizadora de los sustantivos, delimitan realidades. Y todo se mueve y ondula y vibra como detrás de un cristal deformante, capaz de extraer lo más insólito de cada cosa. Uno de los aspectos más seductores de este libro es el modo en que las voces de los cuentos hacen su propio running commentary de lo que cuentan, una especie de segunda narración en forma de subtítulos que responden o aclaran o matizan eso mismo que los cuentos dicen. Abundan los apartes, las aclara- ciones parentéticas (me digo , es un decir…), la apela- ción directa a un «tú» (¿sabes?, espera, ¿por qué te lo cuento?…) que convierte algunas de estas ficciones en cartas, no queda claro si a otro o a uno mismo.

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