A veces, quien empieza a escribir, en vez de aplicar las técnicas narrativas a la historia para transmitir el mensaje, la cuenta de una forma plana y aséptica, y luego hace una interpretación en abstracto. De alguna forma, el narrador se desdobla: por una parte cuenta lo que ocurre sin implicarse, y por otra explica lo que se puede deducir de lo que acaba de contar, cerrando —con su afán de control— las puertas a la transmisión.
Se trata, sin embargo, de fundir ambos roles, de modo que en la forma de contar los hechos (por medio del tono, de la focalización, de la selección de los detalles, del mismo entramado narrativo…) se desprenda aquello que se quiere expresar con ellos, otorgando al lector un margen de interpretación y arriesgándose a que esta no sea exactamente la deseada.
Isabel Cañelles
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