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¿Libro tradicional o libro digital?

Unos años atrás la irrupción del e-book en el mercado editorial planteó una inmediata disyuntiva: ¿Cómo afectará al libro tradicional? ¿Podría éste llegar a desaparecer? El paso del tiempo ha ido amortiguando los temores que muchos tenían y todo apunta a una coexistencia pacífica de ambos formatos. Lo importante es que se lea, no importa el formato. La convivencia es posible y ya es una realidad. Probablemente la cuestión no estriba en decidirse por uno u otro formato, se trata de disfrutar de ambos.

Unos años atrás la irrupción del e-book en el mercado editorial planteó una inmediata disyuntiva: ¿Cómo afectará al libro tradicional? ¿Podría éste llegar a desaparecer? El paso del tiempo ha ido amortiguando los temores que muchos tenían y todo apunta a una coexistencia pacífica de ambos formatos.

Un informe del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, El sector del libro en España (2013-2015), señala que 75 de cada 100 libros publicados en nuestro lo son en papel. Diversas informaciones periodísticas hablan de un estancamiento del libro digital, no sólo en España sino también en países como Estados Unidos, donde tuvo un arranque espectacular.

Lo importante es que se lea, no importa el formato. La convivencia es posible y ya es una realidad. Probablemente la cuestión no estriba en decidirse por uno u otro formato, se trata de disfrutar de ambos.

No es descabellado pensar que pueda haber un componente psicológico en la elección del mismo. La revolución tecnológica que vivimos induce a un buen número de personas a creer que fuera de esa órbita no hay futuro, y que todos los “artefactos” que nos venden son indispensables. Por otra parte, aparecen los puristas, románticos defensores a ultranza del libro “de toda la vida”, y que se niegan a considerar cualquier otra opción.

A efectos prácticos, no cabe duda de que el libro digital tiene un buen número de ventajas: un espacio mínimo permite almacenar numerosos libros, puedes ir de viaje o hacer tus recorridos diarios en el transporte público sin cargar con un mamotreto de 700 páginas, por citar algunas de ellas. También presenta inconvenientes: es más proclive a la piratería, en caso de pérdida desaparecerán también todas las obras almacenadas, etc.

Quienes por edad acumulamos innumerables horas de lectura y un amor ciego por los libros, podemos tener cierto reparo al cambio de formato. Nos parece un pecado capital cómo desaparecen librerías señeras ante los enormes y voraces monstruos comerciales, aquellos acogedores lugares en que podías rebuscar con calma y comentar con el librero ese libro que no conocías pero que tenía “buena pinta”. Es evidente que no es el libro digital el principal responsable de ello, pero es una espina más en la corona de la banalización y la uniformidad.

Además, algunos difícilmente podemos concebir algo más hermoso y reconfortante que unas estanterías repletas de libros; en ellos vive la historia personal de cada uno, los descubrimientos deslumbrantes y las decepciones, los amores incondicionales y los que sólo fueron una breve aventura. Algunos seguiremos comprobando que Rayuela, con su inconfundible portada de la edición Sudamericana, o Madame Bovary, siguen esperándonos pacientemente en nuestra biblioteca.

Por Juan José Añó
Colaborador de RELEE

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