Ese verano cogimos una casa en la costa gallega, mis padres dijeron que fue muy barata porque no se habían enterado que las playas cercanas estaban llenas de plásticos, y que por eso habían bajado mucho los precios.
En el Colegio un profe nos había contado hace tiempo que en el Océano Pacífico había una isla de plásticos del tamaño de España, Francia y Alemania juntas, formada por dos millones de residuos, y que otra isla de plásticos en el Caribe había llegado a las costas de Guatemala. Nos enseñó fotos horribles, era asqueroso ver tanta basura en las playas llenas de palmeras. Pero no nos habían contado nada de España, a lo mejor no lo decían para no espantar al turismo.
Mis hermanos protestaron los primeros días en la playa, apenas se podía entrar en el agua con tanta porquería. Pero se acostumbraron pronto, viendo como otros niños hacían castillos de plásticos en la arena, y se bañaban en rincones de la playa donde las olas dejaban algunas zonas libres de basura. Hasta quedaban algunos peces todavía, pocos a decir verdad. Pero yo no me acostumbré, me horrorizaba ir a la playa.
Al año siguiente mis hermanos quisieron volver a esa playa donde habían hecho muchos amigos, pero al final mi madre y yo pudimos convencerles de ir a otra zona, aunque fuera un poco más cara. Ese año dejamos de usar en casa bolsas y botellas de plástico, y mi madre se inventó un proyecto para convertir los plásticos sacados del mar en redes para pescadores.
El tema me empezó a interesar, y leí en internet que en España echamos a los vertederos cada año no sé cuántos miles de millones de envases. Me asustó el saber que en el mundo se arrojan al mar cada segundo 200 kilos de plástico, que algunos se los comen los peces, y luego nos los comemos nosotros a ellos. Acabaremos con mucho plástico en las venas.
Somos una especie rara, dicen que inteligente, pero a mi mucho no me lo parece, una especie inteligente no estaría ensuciando el planeta de esta manera, pensaría en que nosotros, cuando seamos mayores, también querremos disfrutar de los preciosos paisajes de nuestras costas y mares.
Mariano Baratech
Sociólogo y colaborador de RELEE