Decir que La vida exagerada de Martín Romaña es un libro “de humor” es una simpleza imperdonable. La novela con la que yo abrí este blog hará ya prácticamente un año es mucho más que un libro con el que reírse. En mi caso, es el libro en el que me refugio cada vez que la vida, la política o la economía se obstinan en llenar de nubarrones mi día a día.
La novela de Bryce Echenique no es sólo el retrato crudo y doloroso –de ahí que sea tan divertido– del Mayo del 68 visto a través de los maravillosos ojos de Martín. También es uno de los análisis más certeros que recuerdo sobre por qué todas las utopías terminan en manos de tipos con los zapatos “sospechosamente brillantes” y sobre por qué los grupúsculos de izquierdas terminamos todos divididos a nivel subatómico, con nuestras glándulas suprarrenales exigiendo separarse del resto del organismo por su talante “claramente pequeñoburgués”.
También es una narración cruel del amor de Martín por Inesita –correspondido sólo a medias– y de los viajes del a ratos demente Martín a bordo de un Sillón Voltaire por una Europa que ahora apenas reconoceríamos o que, por el contrario, reconoceríamos perfectamente.
Bryce Echenique hace gala, a lo largo de todo el libro, de dos de las capacidades más notables que, desde mi punto de vista, debe tener cualquiera que quiera escribir comedia: una capacidad de observación alucinante y un sadismo prácticamente ilimitado hacia su protagonista –el bueno de Martín Romaña– a quien somete a todo tipo de experiencias traumáticas, incluída una operación de fístula anal a manos de un coloproctólogo apodado El Carnicero de Logroño.
Y es que, de la suma de estos dos ingredientes, se obtienen grandes cantidades de verdad y dolor, los dos ingredientes clave para hacer reír a cualquiera. Desde luego, es un libro absolutamente recomendable, imprescindible para cualquiera que haya militado tan siquiera cinco minutos en cualquier tipo de organización política y esencial si uno aspira a no repetir los errores ya cometidos por otros muchos años antes.
Si yo fuese Felipe VI, en la próxima recepción de palacio, se lo regalaba a Pablo Iglesias. Por si no lo ha leído…
Jaime Bartolomé
Guionista, director de cine y colaborador de RELEE